Experiencia “Let’s cooperate”, Bollengo, Italia. Agosto 2021

¡Os dejamos un report que han realizado nuestros participantes Juan, Marta, María, Raúl, Irma, Natalia, Ethan, Javier y Luis! 🙂

El proyecto tuvo lugar en Orosia, una co-residencia; un productor de vino orgánico; una granja; una asociación cultural; un hermoso lugar en el campo de Bollengo, un pequeño pueblo cerca de la ciudad romana de Ivrea (Torino), rodeado por el noroeste de los Alpes. Durante el proyecto estuvimos principalmente en el exterior, disfrutando de la naturaleza que rodeaba la casa y viviendo una experiencia de inmersión completa al aire libre.

Como en todos los proyectos, siempre hay hueco para un poco de tiempo libre. Esta parte es una de las que más me gusta, ya que es donde más conocemos al resto de compañeros, compartimos nuestras aficiones o simplemente discutimos sobre ideas. En este proyecto, como vivíamos en el campo y sin internet, teníamos ciertas limitaciones, pero eso no impidió que con un poco de imaginación nos las apañáramos para entretenernos. Varios crearon un torneo de ajedrez, otros jugaban a juegos de mesas y algunos aprovechaban para hacer algo de deporte. Por las noches, como no podíamos hacer mucho ruido, hacíamos juegos de mímica o nos tumbábamos en el césped a charlar. También hay que destacar los largos debates que teníamos sobre música, descubriendo nuevos artistas o cantando los clásicos que todos nos sabíamos.

Comer en Orosia ha sido una gran experiencia y sin duda forma parte de nuestros recuerdos como uno de los momentos más apetecibles de todo el proyecto, y nunca mejor dicho, ¡porque estaba todo delicioso!
La cocina de Marinela se basaba principalmente en el uso de productos locales (los denominados kilómetro 0), procedentes de las zonas cercanas a la comunidad y que muchas veces soportaban propuestas para la mejora de la calidad de vida en otras regiones más desfavorecidas. El menú se componía de una gran variedad de platos, inspirados en la cocina italiana, guatemalteca y del mundo entero, todos ellos vegetarianos, lo que fomenta y apoya un movimiento que opta por la sostenibilidad y el respeto por el medio ambiente y los animales. Asimismo, aprendimos que la cocina es pura magia, ¡que lo que un día es una sopa de verduras mañana se convierte en unos deliciosos gnocchi! Como parte de este apoyo a la sostenibilidad, en Orosia se apuesta por una cocina de aprovechamiento, donde nada se tiraba y todo podía tener una segunda vida. Como participantes del proyecto, todos/as nosotros/as tuvimos el privilegio de poder aprender de este, para algunos/as nuevo, concepto de cocina, que aplicamos a su vez en las noches culturales de cada uno de los países. Sin duda, lo mejor de esta experiencia culinaria no ha sido simplemente comer, ¡sino que cada uno y cada una de nosotros/as nos llevamos nuevos conocimientos a casa con los que poder sorprender a nuestros familiares y amigos/as!

Orosia y sus gentes nunca decepcionaron. Con vistas a los Alpes italianos escuchamos las suaves y reconfortantes pero, esencialmente, empoderadas palabras de todos aquellos invitados. Con el yoga de Patriccia, la ganadora paraolímpica de ping pon, pudimos reconectar con el mundo y conectar con nosotros mismos. Volviendo la vista al ego mil lágrimas cayeron por las mejillas de algunos, un puñado de carcajadas brotaron de tres corazones y muchas mentes quedaron sanas por un momento.
Con Valentina Vargas y su asociación Mujeres con Capacidad de Soñar a Colores descubrimos que siempre podemos hacer algo por nuestro entorno, que no es necesario tener un gran capital o un vasto plan de acción para poder enmendar un poco el mundo. Al mundo de las plantas comestibles nos introdujo Maria Pia Macchi, que nos enseñó cómo trabaja con el entorno para combatir la malnutrición. Aprendimos que las plantas locales son una fuente de alimentación asequible y sostenible. Finalmente, se nos abrió el corazón con la asociación que trabajaba en la inclusión de personas con discapacidad en el entorno laboral. En definitiva, Orosia nos conectó con personas increíbles y luchadoras que con su afán por colaborar y buscar un mundo más inclusivo y justo nos hizo, indiscutiblemente, crecer como personas.

En el día libre fuimos de excursión al lago sirio, uno de los 5 lagos de origen glacial cercanos a la ciudad de Ivrea. Llegamos allí tras dos horas de camino a pie. En el viaje había música, buena conversación y plantas silvestres para comer, y al final un bocadillo preparado por Marinella preparado para recargarnos las energías.

Una vez en la tierra prometida buscamos un sitio donde quedarnos y encontramos un hueco bajo un puente decorado con algunos grafitis y colillas de cigarro, para ser sincero no elegimos bien, pero las vistas a todo el lago eran preciosas. El agua estaba tibia y te incitaba a bañarte. Al poco de instalarnos algunos tuvimos la brillante idea de ir nadando hasta una boya que se situaba en el centro del lago. Nadar en un lago es muy diferente a nadar en el mar ya que la falta de sal en el agua dificulta la flotación, algo que no teníamos interiorizado. El viaje de vuelta a la orilla acabó con nosotros tumbados boca abajo en la orilla del lago como un animal varado esperando que la subida de la marea lo devuelva a la vida. Y en este caso fue un zumo de naranja, cortesía de Marinella, en el bar del lago con ella y varios miembros del spanish team. Allí descubrimos que el café era considerado en Italia un producto básico y que su precio estaba regulado, podrías tomarte un café en el bar más caro de Milán frente a la Piazza del Duomo y no te podían cobrar más de un 1,5 euros. También escuchamos historias sobre Guatemala y la vida de una cooperante internacional. Luego algunos de nosotros atravesamos la Vía Francigena en dirección al lago Pistono, Un paisaje precioso con el Castello di Montalto al fondo, sobre el que los nostálgicos de los tercios de Flandes urdimos planes de conquista. Incomprensiblemente un italiano cuya cultura cuenta con arquitectos de indiscutible talento como Brunelleschi o Arnolfo di cambio había decidido colocar un gigantesco banco pintado en colores chillones rompiendo la hegemonía de la naturaleza piamontesa en el encuadre. Había poco tiempo así que apenas pudimos entrar en el agua, pero nos hicimos fotos para el recuerdo evitando que apareciera el mencionado banco.

Después vino el viaje de vuelta y de nuevo hubo buena música y buena conversación donde en ambos casos, Ladilla Rusa se hizo notar, un grupo que os recomiendo escuchar. Por último y para cerrar el viaje y renovar energías, al llegar a Bollengo, los que andábamos a un paso más firme decidimos tomarnos un Spritz en el bar más cercano a nuestro alojamiento. Hacia este punto mis gemelos aullaban y mis piernas no podían soportar el peso de mi cuerpo así que al llegar no me quedó otra alternativa que besar el suelo del hogar y tumbarme bajo la magnolia a comentar el viaje y soñar con las pizzas que habíamos pedido para cenar.

El proyecto “LET’S COOPERATE: The way for an Inclusive and Sustainable International Cooperation” se realizó con personas de tres países diferentes: España, Italia y Holanda. A primera vista puede parecer que existe una diferencia cultural bastante grande, sobre todo por parte de los países mediterráneos (Italia y España) con Holanda. Pero nada más lejos de la realidad. Orosia ha sido el lugar donde 3 culturas han quedado fusionadas en una sola. El transcurso de la experiencia dio lugar a un constante aprendizaje sobre la vida de los demás participantes, gustos, aficiones, su forma de pensar y de actuar ante determinadas situaciones y su forma de ver el mundo. Durante 10 días no existieron diferencias entre nosotros.
Únicamente éramos un grupo de jóvenes nacidos en lugares distintos, pero con un objetivo común: aprender el camino para una cooperación internacional inclusiva y sostenible. Una experiencia de este tipo realmente te cambia, ya que la persona pasa a formar parte de una pequeña familia intercultural que irá ella siempre, y esto realmente es algo precioso y gratificante.