No hay mejor manera de mostrar la experiencia que a través de uno de los participantes. Esto nos cuenta:
Hacía frío. Mucho frío. Demasiado frío para un andaluz, a mi parecer, ya que era a mí a quien se le congelaban las retinas y las lágrimas del rabillo del ojo. Bajando del avión cual cebolla con treinta y siete capas de lana, y ukelele en mano, empezamos esta experiencia.

El ukelele fue el encargado de sacar un sinfín de sonrisas. No sé si conocerás la canción de “La bamba”, pero toda persona que se nos haya cruzado en este viaje, ya la conoce y no la olvidará en su vida.

Desde la espera dentro del avión a voz en grito, en cada plaza, bar o parque, hasta en el mirador más alto de Lviv con una gran bandera ucraniana, cantamos juntos el “Para bailar la Bamba…”! Todo empezó porque es la única canción que sé tocar bien con el ukelele. Tiene tres acordes muy fáciles. Do, Fa y Sol. Y me conozco la letra. Fácil. Todo empezó así, sin quererlo, sin más. Pero a medida que pasaban los días, lugares y personas, me di cuenta que realmente era un mecanismo de conexión precioso. Un engranaje perfecto que unía milimétricamente diferentes culturas a base de música con salsa de risas. La voz no era de un cantante profesional, ya que se asemejaba más a los rebuznos de un burro al borde de su castración. Pero eso daba igual, dio igual. Lo importante era cantarla con una sonrisa. Transmitir felicidad y hacerlo con todo mi amor. Como todo en la vida.

Conocimos mucha gente. Y cuando hablo en plural, me refiero a mi hermano Nacho y a mí, ya que éramos los nuevos en esto de los intercambios. Aunque el grupo español también contaba con Dani, Migue y Elvira. Y conocimos gente más mayor o más joven. Chicas más guapas o más feas. Gordos, flacos, altos, bajos, cristianos, musulmanes, ateos… Pero todos teníamos en común las ganas de aprender.

Los dos primeros días fueron raros. Tengo la suerte de vivir en una sociedad con una cultura un poquito más, llamémosla, sana. Y el comparativo “más” es porque hay otros países que aún no han llegado a nuestro grado (aún queda aquí mucho camino por recorrer) de tolerancia. Especifico: hablo según mi experiencia personal, pensamientos subjetivos, ya que en esta vida nunca es bueno generalizar porque en todo grupo hay algún tonto. Entonces, tras escuchar comentarios tan homófobos, o machistas, o incluso racistas, se me subía una mala hostia a la garganta que si llego a abrir la boca escupo fuego. Y aquí viene lo más bonito.

Las bombas no se responden con bombas, sino con flores. ¿Quién gana en una discusión o pelea? ¿El que pega último, el que pega más fuerte o el que pega a base de hacerte pensar? Yo me podría haber cagado en los familiares difuntos más cercanos de ese chico que decía que “ser gay es una enfermedad”, o en ese que decía que “las mujeres pueden trabajar perfectamente como hobby, pero que su labor es estar en casa y que el dinero lo controlan ellos”. Claro. Incluso se me pasó por la cabeza darles un buen cogotazo. Al estilo Rajoy a su niño en la retransmisión del partido de futbol.

Pero… las bombas no se responden con bombas, sino con flores. No fue fácil, pero tampoco muy difícil. Fueron diez días. Yo aprendí. Dio tiempo a hacerles ver muchas cosas. “Igualdad” sería el termino más apropiado en este momento. Porque da lo mismo que seas mujer u hombre para conducir bien un coche (conozco a muchos chicos torpes que no se matan diariamente de milagro y muchas chicas que llevan el coche mejor que yo). O para ganar un mismo sueldo o realizar un mismo trabajo. La mujer es un ser maravilloso y perfecto, nosotros los hombres somos los que nos crearon con algún cable por fuera. Porque da lo mismo que te guste besar a un hombre o a una mujer, siendo hombre o mujer (es lo mismo, es simplemente amor). Y poder adoptar una personita que simplemente necesita amor, ya que no ha tenido la suerte de otros. Porque da lo mismo que seas azul, verde, rojo, amarillo, negro o blanco; o reces a un dios u otro, vas a tener igualmente un corazón en el pecho.

No se produjo un cambio radical en ninguna cabeza. Pero sí se implantó una idea. Una idea diferente, un cambio. Una idea difícil de digerir. Quizás necesitarán mucha saliva y algo de tiempo. Pero esa idea no se irá, no se borrará. Quedará incrustada en su consciencia. Aparecerá en cada ocasión como los vendeparaguas los días de lluvia.

No considero que hayamos cambiado el mundo. Pero me doy con un canto en los dientes si al menos en cada una de esas familias, de esos nuevos buenos amigos internacionales, quieren y respetan a su mamá tanto como a su papá, y a su hermano homosexual tanto como a su prima discapacitada y su primo ciego, a su amigo negro tanto como a su amiga musulmana.

La vida puede ser maravillosa. Y el tiempo es aprender. Por lo tanto sólo existen dos días al año en los que no podemos hacer nada. Uno se llama ayer y otro mañana. Hoy es el día perfecto para AMAR, CRECER y principalmente VIVIR (Dalai Lama).